Cuando nuestra era veía el primer cambio de milenio, existía un emperador bizantino llamado Basilio II que tenía un objetivo claro: recuperar los territorios perdidos por el Imperio Bizantino. Entre estos territorios se encontraba parte de Bulgaria, controlada en aquel entonces por Samuel, y de la guerra entre ambos quedó para la Historia una muestra de brutalidad impactante.
La primera en la frente
En torno al 986, Basilio II decidió invadir los terrenos búlgaros acompañado de unos treinta mil hombres. Tras una dura campaña, las tropas bizantinas no sólo decidieron darse en retirada sino que fueron perseguidas y derrotadas por las búlgaras. Pero la derrota no dejó tranquilito al emperador bizantino.
Una venganza desmedida
Herido en su orgullo, Basilio decidió atacar de nuevo y, esta vez, tras varios años de batallas, acorraló al ejército búlgaro cerca del Danubio. El ejército bizantino consiguió una victoria rotunda, consiguiendo más de diez mil prisioneros, y es aquí donde esta victoria militar se convirtió en algo más. Basilio ordenó sacar los ojos a 99 de cada 100 soldados enemigos, dejando tuerto al sobrante de la ecuación. Posteriormente los dejaría libres, provocando de esta manera que cada tuerto guiara de vuelta a casa a 99 ciegos.
Este hecho consiguió que el emperador fuera denominado Basilio II, el Bulgaróctono ,o lo que es lo mismo, el asesino de búlgaros.