En febrero de 1945, las bombas asolaron la ciudad de Dresde. A pocos meses del final de la Segunda Guerra Mundial, la ciudad alemana se fijó como objetivo aliado en uno de los movimientos más polémicos de la contienda, puesto que era de sobra conocido que la ciudad estaba repleta de civiles y carecía de sustento bélico, considerándose su ataque como un “mal menor” a costa de ganar la guerra a los Nazis. Tras tres oleadas de bombardeos, se calcula que perdieron la vida unas 25.000 personas.
Cuando todo acabó y la ciudad no era más que una colección de ruinas, Richard Peter cogió su cámara de fotos y se dispuso a inmortalizar lo que otrora había sido una ciudad llena de vida.
En una de aquellas fotos surgió la literatura; un mensaje de esperanza para un mundo que parece aburrirse cuando no está en guerra. Al fondo de la instantánea se puede apreciar la ciudad en ruinas, llena de escombros y desolación, mientras que en primer lugar apreciamos una estatua intacta que parece mirar enmudecida de dolor cómo ha quedado su hogar. Curiosamente, esa estatua era la representación de La Bondad, una cualidad que, por desgracia, el ser humano pierde con demasiada facilidad.