¡Qué equivocado estaba Gustavo Adolfo Bécquer al pensar en su legado! A tenor de dos de sus rimas, parece que el poeta sevillano no tenía muchas esperanzas de que su nombre pasara a significar algo en la Historia.
El segundo entierro de Bécquer… en Sevilla
Gustavo Adolfo Bécquer murió en 1870 y fue enterrado en Madrid, sin embargo, en 1913 se exhumaron sus restos y fueron trasladados a la ciudad que le vio nacer, Sevilla, para ofrecerle un segundo entierro. Ya en la capital hispalense, se organizaron lecturas de sus poesías en el Museo de Bellas Artes presididas por altos cargos de las letras y el arte, reconociendo así la importancia del poeta sevillano en la historia de la literatura, la poesía y la cultura nacional.
Aquel traslado de sus restos a su lugar de descanso definitivo fue seguido por un gran número de ciudadanos, que también querían rendir su último homenaje al poeta. En el cortejo fúnebre, escoltado por la Guardia Municipal Montada, tanto académicos como importantes nombres de la política acompañaron los restos del poeta romántico portando cirios encendidos que dotaban de un aura de inmortalidad una escena que sería inolvidable para los allí presentes.
Conociendo este grandioso retorno de Bécquer a Sevilla y conscientes del reconocimiento que todo el mundo le brinda, hoy en día, a su poesía (y a sus leyendas) parece evidente que don Gustavo Adolfo no calculó bien su propia importancia al escribir esto (sobre todo la última estrofa).
Rima LXI
Al ver mis horas de fiebre
e insomnio lentas pasar,
a la orilla de mi lecho,
¿quién se sentará?
Cuando la trémula mano
tienda, próximo a expirar,
buscando una mano amiga,
¿quién la estrechará?
Cuando la muerte vidrie
de mis ojos el cristal,
mis párpados aún abiertos,
¿quién los cerrará?
Cuando la campana suene
(si suena en mi funeral),
una oración al oírla,
¿quién murmurará?
Cuando mis pálidos restos
oprima la tierra ya,
sobre la olvidada fosa,
¿quién vendrá a llorar?
¿Quién, en fin, al otro día
cuando el sol vuelva a brillar,
de que pasé por el mundo,
quién se acordará?
Última parte de la rima LXVI
Tampoco acertaría Bécquer sobre lo que le depararía su tumba. Como leemos en la última parte de la rima LXVI, el poeta no imaginaba tener un legado, un recuerdo para su nombre después de muerto:
En donde esté una piedra solitaria
sin inscripción alguna,
donde habite el olvido
allí estará mi tumba.
Qué equivocado estabas, afortunadamente, Gustavo Adolfo Bécquer.
Para leer también: El Monte de las Ánimas – Bécquer
Fuentes: Rimas y Leyendas y Museo de Bellas Artes de Sevilla.
Excelente espacio dedicado al conocimiento de la cultura inmortal, los felicito por motivar, incentivar y cultivar los saberes más grandes de la historia. saludes Roberto Zacarías Díaz profesor de economía Nicaragua
¡Muchas gracias por leer y comentar! Saludos desde España ;)
Disfruto mucho de sus artículos. El que acabo de leer de Becquer me recordó una vez más, cuan sencilla y hermosa era su poesía, y como jamás pensó que sería reconocido como un poeta del calibre que lo era. Pero que triste pensar que murió con lo que aparenta haber sido gran soledad y congoja.
Gracias por leerlo y comentar, Susana. Siempre tendremos el legado del poeta ;)